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  Nueve meses y más Edel-Mari Pérez   Las primeras contracciones llegaron puntuales. —¡Hay que correr! ¿Dónde puso el teléfono de don Vicente? ¡Mayra! ¡Mayra! ¡El teléfono! ¡Date prisa! ¡Ya viene! —dijo Carmen con voz quebrada. Su hermana dejó de palmear tortillas, apagó el fogón, dio un grito de soprano y, con las manos llenas de masa sobre la cabeza, corrió de aquí para allá en busca del teléfono de don Vicente. —¿Dónde? ¿Dónde? ¿Dónde está? Afuera, un sol tenaz tiñe de oro las hojas de los árboles del bulevar. Don Vicente parquea frente a la puerta de hierro forjado, pita, baja del auto, toma la pequeña maleta apoyada en la pared, el brazo de Carmen, dirige unas palabras a Mayra y los tres, con rostros afligidos y jadeos musicales, se dirigen a la maternidad. Entre camiones, choques y cientos de motos que se le atraviesan por doquier, don Vicente mira, de tanto en tanto, a las dos mujeres a través del retrovisor. Una sostiene un rosario entre los dedos; la o...
  La locura elevada a su máxima expresión Por Edel-Mari Pérez Aparicio Me pregunto que pensaría, Eduardo Galeano, si de pronto alguien se personara ante sus cenizas : ¡aló, aló, aló…! ; y   lo despertara implorándole volver a la tierra con el encargo de reescribir su libro “Patas arriba, la escuela del mundo al revés”, donde la nueva versión incluyera la derecha en la izquierda, la espalda en el ombligo, la cabeza en los pies…, y se le pidiera a Santa Rita, patrona de los imposibles, un IMPOSIBLE; es decir, que los locos dejaran de gobernar, los cuerdos salieran de su letargo, las motosierras quedaran engavetadas, y los valores que, alguna vez, gobernaron el mundo o, más bien, algunos mundos, volvieran a florecer. Un mundo de unidad, empatía, respeto y diversidad, donde las palabras “guerra, deportación, muro…” NO existieran, y la vida humana valiese por “humana”, NO por poder, dinero o avaricia. Aquí, creo, es donde intervendría la galeana langosta, antes de ser cocina...
 
  21 Octubre 2024.  EL PERRO FIEL.  Juan M Román A las tres de la mañana los ruidos en el Hospital Central comienzan a disminuir. Los heridos en accidentes de tráfico del día, ya han llegado. Las víctimas de riñas entre borrachitos han sido vendadas y los médicos y enfermeras del departamento de emergencias comienzan a ver la posibilidad de un breve descanso antes de entregar la responsabilidad al turno que entra a las cinco de la mañana. Solo se oye el monótono beep beep de los respiradores artificiales que mantienen con vida a los enfermos mas graves. De repente, un ruido que Alicia, la enfermera Jefe jamás había oído en sus quince años de servicio, se oye en la parte trasera del salón. Era un rugido sordo, una mezcla de aullido doloroso y gruñido amenazante que sorprendió a todos. ¡Auxilio! Gritó Alicia. ¡Hay una fiera en el depósito al lado de la entrada trasera! Los dos jóvenes internos que estaban empacando sus cosas para irse a sus casas, corrier...
 La Garúa, 16 de octubre de 2024 Edel-Mari Pérez  Título:  Ampollas y cicatrices                                   Ampollas y cicatrices No se quiere ver en el espejo, le teme a lo que pueda encontrar. Se mira las ampollas de los pies y de las manos. Su cuerpo es como un mapa de cicatrices y charcos. Toma la camisa de mangas hasta las muñecas, los botines de su abuelo y, hoy, la gorra, los lentes y los guantes. Quiere esconder la alergia. Avanza hacia la puerta, abre y cierra los ojos, abre y cierra la esperanza. Se humedece los labios. El sol lo deslumbra. Sus párpados trepidan como aleteos de colibríes. No importa. Este lunes, abrigará optimismo.
Universo Sucedió sin darnos cuenta, estábamos conversando, se oyó un estruendo, ella agrandó los ojos ¿Qué pasa? ¡No sé! Detrás de la ventana el paisaje había desaparecido:  los árboles, la calle... Intentamos salir. Nada. La puerta no abría, ni las ventanas, ni… El cabello cereza de mi mujer se iba volviendo blanco y su piel chocolate, agrietada. ¿El coche? ¿Dónde está el coche? Poco a poco, desaparecieron los muebles, las fotos, el tiempo, ella… Un día, me lancé al infinito y allí, reconocí el cabello cereza de Mayra. Nos abrazamos.  Edel-Mari Pérez

DOÑA FLOR por Ileana Piszk

 Doña Flor Aunque la reunión es para planear los almuerzos semanales para la gente necesitada del barrio, doña Flor toma la palabra; le urge hablar, necesita desahogarse. Tuvo cáncer.   Son ocho las mujeres presentes en el salón comunal; ahí coordinan el menú y se reparten las tareas. Yo me encuentro de observadora casual en la reunión, esperando que aparezca el cura para otros menesteres, ellas me hacen partícipe como si fuera una más, me uno con la discreción de quien se sabe intrusa.  A una le toca conseguir huevos en la granja de la comunidad, a la otra, acercarse al abastecedor de doña Julia a pedirle el arroz y los frijoles, lo básico para una comida que sustente. Se reparten las tareas, cocinar, preparar las porciones y luego salir repartir.  Ya tienen las rutas establecidas, aunque últimamente se quedan cortas porque cada vez se multiplican los necesitados.  Sentada estratégicamente en el mero centro y con voz ronca, doña Flor expresa su testimonio....