La locura elevada a su
máxima expresión
Por Edel-Mari Pérez Aparicio
Me pregunto que pensaría,
Eduardo Galeano, si de pronto alguien se personara ante sus cenizas: ¡aló,
aló, aló…!; y lo despertara
implorándole volver a la tierra con el encargo de reescribir su libro “Patas
arriba, la escuela del mundo al revés”, donde la nueva versión incluyera la
derecha en la izquierda, la espalda en el ombligo, la cabeza en los pies…, y se
le pidiera a Santa Rita, patrona de los imposibles, un IMPOSIBLE; es decir, que
los locos dejaran de gobernar, los cuerdos salieran de su letargo, las
motosierras quedaran engavetadas, y los valores que, alguna vez, gobernaron el
mundo o, más bien, algunos mundos, volvieran a florecer. Un mundo de unidad,
empatía, respeto y diversidad, donde las palabras “guerra, deportación, muro…”
NO existieran, y la vida humana valiese por “humana”, NO por poder, dinero o
avaricia.
Aquí, creo, es donde
intervendría la galeana langosta, antes de ser cocinada viva,
preguntándose: si acaso, el humano fue humano alguna vez.
Con todo, la esperanza,
como Galeano argumentaba, se le caía muchas veces del bolsillo, pero siempre,
siempre, siempre la recogía, y la devolvía a su lugar.
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